lunes, 9 de abril de 2018

In Memoriam de Eva Mª Vicente Galán.- AUTORRETRATO AL ÓLEO

QUERIDA MÍA, MI NIÑA INOLVIDABLE, MI HERMANITA PRECIOSA, MI AHIJADA........
HOY HACE YA SEIS AÑOS QUE TE FUISTE Y ME DEJASTE AQUÍ, DESOLADA, CON EL ALMA HECHA PEDAZOS AL RECIBIR EN EL HOSPITAL DE CÓRDOBA 
TU ÚLTIMO Y POSTRER SUSPIRO. 


Me dejaron cogerla el día de su bautizo en la parroquia de Chamartín. 
Era una muñeca preciosa y todos nos entregamos a ella. 
Fue el mejor regalo que la vida nos puso en el camino.

Fue la niña más alegre y risueña del mundo y todas las gracias que la
 naturaleza derramó sobre ella, nos convocaron a rodearla, cuidarla, enseñarla, 
hasta el punto que si los fines de semana, faltábamos alguno al desayuno, 
lloraba porque teníamos que estar todos.

En la calle de Chile, aún con descampados y cuatro acacias. La bajábamos
 a jugar. Ahí estamos: Floro, Cristina y yo, con varias amiguitas y las
 primitas que salían a jugar cuando volvíamos del Colegio.

Jugando con ella al escondite con el espejo del armario de mamá 
donde le encantaba esconderse, y ponerse sus zapatos.

A los dos años, fuimos a hacerle unas fotos de estudio, para mandarle a la abuela
 paterna  y a los tíos de Zaragoza, Salamanca y Lisboa. Pero al ver tantas luces y 
cachivaches, se asustó y por eso tiene cara de miedo o de pena.

Evita, desde que tenía un año y poco,  hacia garabatos sobre hojas de papel 
reciclado  cuando descubrió que aquellos palitos, los lápices, pintaban y era 
muy divertido; nosotras pintábamos patitos, gatos, pollitos, y ella hacía trazos, 
círculos y garabatos, y se fijaba mucho en todas las imágenes. Cuando las hojas 
estaban llenas las tiraba al suelo y mamá se las ponía,  por la cara limpia. 
Cuando salíamos con ella , hacía que nos cruzáramos de acera, para ver de cerca
 las patas de los caballos de los carros que todavía había por Madrid.

El verano de sus tres años, fuimos a Zamora para que la conociera mi abuela Valentina
 que vivía en casa de mi tía Pilar y su marido, en un ático de la calle Santa Clara. 
Después de comer, nos apoltronamos en el salón, mi abuela dormitaba, mi padre 
desapareció tres el periódico, mi tío se retiro y mi madre y mi tía tras acostar a la mona, 
se quedaron hablando bajito, y nosotros  más aburridos que adormilados. 
Una hora más tarde o así, la chica de mi tía, nos trajo café con pastas y chocolates. 
Mama fue a ver a si Evi seguía dormida y vino asustada porque la niña no estaba. 
Ahí fue la debacle y todos como locos buscándola por la enorme casa. Al fin en 
el cuarto de baño del dormitorio de mis tíos, estaba Evita, bañando a su muñeca 
en el bidé, chapoteando y empapada. A mamá casi le da un ataque,
 y mi tía, con su potente voz, le dijo: "¡¡¡¡pero qué estás haciendo guapa!!!!!". 
" ¡¡¡ Aquí, en la lava!!!"

Ese verano fuimos a Salamanca a la boda de la única sobrina de mi madre, Tita
 que se casó por correspondencia, después de escribirse 5 añosos con un joven
 y guapo lisboeta. Y ahí estamos, ella entre la novia y yo, en el banquete.

Foto familiar en los jardines de la Alamedilla, en la pausa entre la ceremonia religiosa, 
en la iglesia de San Juan de Sahagún, y la comida. El hermano de mi madre y su mujer 
con los dos hijos mayores; a la derecha, mi madre con nosotros: Floro, Cristina y yo, 
y Evita de la mano de Eduardito u José Miguel. Mi padre hizo la foto.
De esta entrañable fotografía familiar, quedamos tres; Cristina, mi primo Eduardo y yo. 

Esta pequeñaja hacía que las cosas fueran mágicas y sorprendentes, pues
 estábamos locos con ella y, constantemente, buscábamos todo lo que sirviera para 
que fuera una niña feliz. Aquel verano, yo había acabado Preu y colaboraba 
en todas las funciones caseras. Así que empezaba por nuestra habitación y cantaba
desde que ponía el pie en el suelo, Floro que era  mucho de Beatles, modernos y 
rock, le pedía a mamá; " Mamá que se calle esa loca", pero aunque era su favorito, 
también la gustaba cantar,  y de ella aprendí muchas canciones, además 
también papá cantaba, trozos de zarzuelas y tangos, claro que yo no cantaba 
tan bien como ellos. Evita era como mi perrito faldero, pues venía detrás de mí y
 mientras yo hacía las camas, se sentaba en una silla y los pies no le llegaban al suelo,
 cruzaba sus manitas en la falda y me decía: "Cántame Poreté" (Flor de te). Y yo
 la cantaba el bonito cuplé: " Flor de té es una linda zagala que hace poco a estos 
valles llegó, la acompaña un gentil zagalillo que dice al nombrarla  "Flor de té", 
"Flor de té".... así con aquellos cuentos e historias, luego ella dibujaba 
graciosamente los cuentos, las historietas o las canciones y lo pasábamos de miedo.
 Al final, cuando acabábamos, la cogía en brazos, ella me rodeaba el cuello 
con sus bracitos y yo me la comía a besos.

Después de ese verano, volvimos a ir a Zamora a casa de los tíos para ver a la abuela. 
las s diversiones eran las mañanas en la playa del Duero, enorme río verdoso e
 impresionantes y por la tarde nos íbamos, a las cinco, con toda la calorina a la Josa 
de los Pinilla, finca de secano con pista de tenis y casita de los guardeses, con 
dependencias para las raquetas y ropa de tenis, y una cocinita para hacer 
todas las tardes el té para todas y todos, A todo ello, se incorporaron 
los caballetes y cajas de dibujo, pintura y acuarela de Evita. 

Esta era la pista de tenis de la Josa. Si no teníamos partido o pareja para participar,
 jugábamos a mil cosas, mientras se hacían los partidos de tenis, tomábamos el té, 
y al anochecer volvíamos andando hasta la terraza del Casino donde las madres
 nos vigilaban,  era un muermazo, pero Evita pintaba cuadros de las esculturas
 que había; flores, árboles y una replica del cántaro roto que le salió precioso
 y se lo regaló a doña Angelita, la madre de los Pinilla.

Cuando volvíamos a Madrid, a veces, íbamos al Zoológico del Retiro, espantosa
 cárcel de animales triste y con olor a chotuno, pero Evita se llevaba su carteta de dibujo 
y se ponía s tomar apuntes  y a hacer bocetos de los animalitos, las cabezas, las
 posturas, las características de cada especie y nos costaba un rato largo
 que dejara os apuntes para otro día.

En el festival de fin de Curso del primer curso del colegio, mamá le hizo un vestido
 precioso de japonesa con el que estaba guapísima, para bailar el número de zarzuela
 de las sombrillas. Allá fuimos todos para verla y hacerla fotos. Y se nos caía
 la baba de emoción, pues todo lo que hacía, nos parecía maravillosísimo,
 claro, y es que lo hacía todo así.

                    En la terraza de piso definitivo  de la calle Nicaragüa 2 4º C., que daba a la calle de 
                    Colombia, antes de la M30, con esos descampados y sin más casas construidas
                                         entonces, nos preparábamos para el nuevo curso.